El paso del amor al odio, esta a solo un paso. Esto se ha comprobado debido a que ambos sentimientos comparten estructuras, según un estudio llevado a
cabo en 2008 por Semir Zeki: el núcleo caudado, que forma parte del
sistema de recompensa del cerebro, y la ínsula, donde tiene lugar la
integración emocional y multisensorial. Para sorpresa de Zeki y su
equipo, en su estudio vieron que el odio se origina de forma irracional
en las mismas áreas donde antes surgió la pasión amorosa y que activa
algunas regiones del cerebro comunes al enamoramiento.
Pero a diferencia de lo que ocurre con el amor, que inhibe gran parte de
la corteza cerebral, donde se procesan las ideas racionales, en el odio
estas regiones están activas. Es más, algunas de las regiones
corticales están hiperactivas, posiblemente para calcular o procesar
mejor las acciones destinadas a dañar a la persona que se odia.
Y es que cuando la persona a la que amamos deja de merecer ese
sentimiento, nos volvemos mucho más críticos con ella. Casi
automáticamente empezamos a encontrar defectos que antes no veíamos. Es
una defensa psicológica de nuestro cerebro que trata de reducir el
desacuerdo entre nuestros sentimientos y la realidad. A esa discrepancia
los psicólogos la llaman “disonancia cognitiva”. Para sentirnos bien
tenemos que reducir la disonancia. Y puesto que no podemos modificar la
realidad, optamos por cambiar la forma de pensar sobre ella. Y los
defectos afloran para minimizar la pérdida sufrida.
Esto aclararia de una mejor forma las conductas, casi locuras, que nos afectan en todo lo que concierne a temas amorosos, y nos podria dar una pizca de tranquilidad el saber que no todo es culpa nuestra.
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